Ejercicio de confinamiento nº 11. Prometeo (Rubens)
Ejercicio de confinamiento nº 11. Prometeo (Rubens), 2020
Sobre la obra de P.P. Rubens "Prometeo" (1611-18), óleo sobre lienzo, 242,6x209,6 cm. Philadelphia Museum of Art
Acuarela sobre papel.
32 cm. x 24 cm.

Los mitos donde interviene Prometeo son muchos pero solamente voy a contar uno de ellos.

Cuando los Titanes despedazaron y mataron al hijo predilecto de Zeus, al que había decidido que fuera su heredero, los dioses acudieron a la llamada de Zeus para borrarlos de la faz de la tierra desatándose una lucha feroz. Cuando todo terminó arrojó un rayo a los restos de los gigantes, que ardieron junto con los de su hijo. Pero la Tierra había quedado desierta de seres mortales, entonces los dioses encargaron a los hermanastros de Zeus, Prometeo y Epimeteo, que volvieran a repoblar la Tierra con animales. Epimeteo se puso manos a la obra y del barro creó a los animales, dándoles a unos armas para atacar y a otros armas para defenderse, consiguiendo dotarles a todos de características naturales para que pudieran sobrevivir. Prometeo cogió un puñado de cenizas de los restos de los Titanes y del hijo de Zeus y creó al hombre, por eso en la naturaleza humana está el bien, el esplendor, la belleza, que procede del hijo del amor, y el mal, la crueldad, la fealdad, que viene de los restos de los gigantes. El asunto es que una vez creado el hombre quiso dotarlo de algún don, pero Apimeteo los había repartido todos, el hombre era sólo un ser indefenso destinado a desaparecer. Para evitar ese destino Prometeo voló al Olimpo y cogió el fuego de Zeus y la inteligencia de Atenea y los otorgó a los hombres. Cuando Zeus bajó la mirada hacia la tierra y vio multitud de trémulas fogatas tintineantes se enfadó muchísimo y mandó encadenar a Prometeo a una roca a la cual acudiría cada día un águila que le comería el hígado. Como Prometeo era inmortal, por la noche el hígado le crecía y al día siguiente el águila volvía a comérselo a picotazos. Este fue el cruel castigo por haber creado al ser humano. Goethe pone en su boca los siguientes versos dirigidos al dios dueño del universo:

“Aquí me tienes, moldeo hombres
según mi propia imagen,
una especie que mi igual sea,
para que sufran, para que lloren,
para que gocen y se alegren,
y en ti no reparen,
¡cómo yo!"

Prometeo es el prototipo del rebelde. Estuvo encadenado hasta que Heracles pasó por allí camino del Jardín de las Hespérides y con una flecha mató al águila devoradora, por los que Prometeo explicó a Heracles cómo sacar las manzanas de oro de dicho jardín, pero eso ya es otra historia.

En esta obra Rubens representa a Prometeo mientras el águila le devora el hígado con un dramatismo acentuado por la cercanía del punto de vista que casi te hace oler el plumaje de la poderosa ave y el escorzo tan asombrosamente bien dibujado del semidiós tirado sobre las rocas. El horizonte dibujado muy bajo sitúa la escena sobre una montaña, y el palo encendido con el fuego robado de los dioses recuerda el motivo del castigo. Lo curioso de este mito es que parece ser que el hígado es el único órgano del ser humano que se regenera.

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