El aliento ingenuamente maduro de Carmen Marcos nutre una pintura personalísima con un tejido de temáticas que van desde el exotismo, pasando por la cotidianidad, las flores de vistosos colores, el viaje en clave de /road movie /con el latido de las palabras de Séneca1, la intimidad de la mujer y sus espacios …
La propuesta para este año es la del viaje, /leitmotiv /cercano y asequible que, como toda su obra, forma parte de la vida, enmarcada por una mirada atenta y precisa que dibuja la realidad coloreada y transfigurada, con formas a menudo insinuadas, a veces desdibujadas, aisladas en un trazo o en una tonalidad, impregnadas de ritmo acompasado y de sugerencias.(“…/Las cosas que nos dan verdadera fuerza (…) han de esperar años, antes de que el tiempo les de poco a poco un color resistente…”)/2. En verdad el arte requiere tiempo porque la mirada gana intensidad, percibe cada matiz, textura, forma, color, plasmados en el transcurso de los años vividos intensamente. Poder reencontrar los cuadros de Carmen Marcos, descubrirlos y saborearlos con esa intensidad hacen del gusto un placer y del arte un motivo compartido y a nuestro alcance.
/Teresa Granados, 2001/
- lnquirenti mihi in me quaedam uitia apparebantretecta, in aperto posita, quae manu prenderem, quaedam obscuriora et in recessu, quaedam non lentissima dixerim, ut hostis uagos et ex occasionibus assiHentis, per quos neutrum licet, nec tanquam in bello paratum esse nec tamquam in pace securum. 1I1um tanmen habitum in me maxime deprendo (quare enim non euerum ut medico fatear?) nec bona fide liberatum me is, quae timebam et oc.l.,eram, nec rursus obnoxium¡ in statu ut non pessimo, ita maxime querulo et moroso positus sum: nec aegroto nec ualeo …(/Examinándome yo mismo, se hicieron patentes en mí ciertos defectos evidentes que podia tocar con la mano, y otros más secretos y ocultos, algunos no habituales, sino presentes a intervalos, que yo calificaría de más molestos que todos los otros, como los enemigos esporádicos que asaltan en cualquier ocasión y con los cuales no se puede ni estar alerta como en la guerra ni estar tranquilo como en la paz. Pero el hábito que más que ningún otro encuentro en mi (¿por qué no decir, como al médico, la verdad?) es ni estar liberado totalmente de todo eso que yo temía y odiaba, ni estar tampoco esclavizado; me encuentro en un estado, sí bien no pésimo, por lo menos enojoso y molesto en gran manera: ni estoy enfermo, ni tengo salud… (Séneca, De la tranquilidad del espíritu).
- Séneca, De la tranquilidad del espíritu.