Puerta de Jaime el Barbudo
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Cuenta la historia o la leyenda que Jaime el Barbudo, nacido en Crevillente en 1783, por diversos avatares de la vida de aquellos tiempos se "tiró al monte" para proteger a su familia y se hizo bandolero, pero un bandolero de buen corazón al que algunos llaman el Robin Hood del Levante español. Guerrillero y bandido, su historia parece un guión de película. Luchó contra los franceses durante la invasión napoleónica y antes de cumplir los cincuenta años fue considerado un héroe, aunque pronto volvió a sus actividades delictivas e intrigas políticas, siendo finalmente ahorcado en 1824. En su etapa de bandolero se escondía con su cuadrilla en la Cueva de la Excomunión, situada en la Sierra de la Pila.
En esta excursión pretendemos conocer una parte del paisaje del Altiplano, el mismo que pisó Jaime el Barbudo, comprender mejor y poner nombre a las líneas de horizonte que vamos descubriendo conforme nos movemos hacia la Puerta de Jaime el Barbudo en la Rajica de Enmedio, al final de la Sierra de los Ruíces, uno de los puntos donde se apostaba con su cuadrilla de bandoleros para asaltar a los viajeros, pues es un camino encerrado entre la montaña y un despeñadero.
Salimos en coche de La Alquería y cruzando la carretera nacional, por el camino de la Jimena, nos dirigimos hacia Jumilla evitando entrar en la ciudad. Al llegar a la Casa del Vinagre paramos para contemplar el dorado de los viñedos y el rojo de las puntas de los albaricoqueros, ya sin hojas.
Al pasar la Casa del Vinagre giramos hacia la derecha en dirección a Jumilla.
Seguimos por la carretera N-344 en dirección a Murcia y pasando el Puerto nos salimos para coger la carretera RM-427 que va a Pinoso.
Al final de una gran recta nos salimos para las Encebras y enfilamos a nuestro destino, la Sierra de los Ruíces, más concretamente a la Rajica de Enmedio que es donde está la Puerta de Jaime el Barbudo. A nuestra derecha vemos muchos caseríos como la Casa de los Conejos, además de una pequeña aldea, pedanía de Jumilla con el mismo nombre, que queda muy alejada de nuestro camino.
Al inicio de la Sierra de los Ruíces dejamos a nuestra izquierda el camino que transcurre por la solana y cruza la Puerta de la Raja para seguir por la umbría, adentrándonos por el Camino de los Mochuelos hacia la Rajica de Enmedio. En este punto lo más conveniente para apreciar el paisaje y la flora del lugar es hacer el camino a pie pero lo hicimos en coche, aunque podría ser intransitable.
Cerca de allí encontramos un viejo aljibe, en uso hasta hace pocos años, en el que se recogía agua de la lluvia para aprovisionamiento de agua potable a los guardas forestales, cazadores o labriegos de la zona.
A la sombra del bosque de pinos carrascos de la umbría de la Sierra de los Ruíces contemplamos a nuestra derecha el Carche en la lejanía y al abrigo de la umbría los cultivos que no pueden ser otros que el olivo y la vid.
Hacemos una parada y de espaldas a la falda de la sierra, entre los pinos carrascos y las atochas nos nos fijamos en el Cerro de la Cina para ver el cielo a través de las horadás que hay en su cresta.
Continuamos y ya avistamos el cerro de la Rajica de Enmedio, nuestro destino.
Seguimos por el camino y pasamos por un bancalico de olivos recién labrado donde el dueño ha puesto unas piedras al borde del camino para que los vehículos que pasen por allí no "arañen" la tierra de su pequeña propiedad. Continuamos después de apreciar la buena cosecha de aceitunas.
Después de unos cuantos metros nos desviamos hacia la derecha para ver la casa de guardia forestal ya en desuso con el escudo del cuerpo de funcionarios forestales, y que en su día debió de ser especial, pues dispone un corral útil para ganado o gallinero y una buena explanada bien soleada, además de un aljibe con dos pozas para decantación del agua situada unos cuantos metros más abajo. En los alrededores de la casa encontramos muchos cipreses entre los pinos propios de la zona, seguramente plantados por algún guardia forestal, no sabemos si por placer ornamental o con otro propósito, ya que antiguamente no había señalización en los caminos y cuando en un paraje se avistaba un ciprés significaba que en la casa cercana adonde estaba plantado se podía disponer de agua para los viajeros y caballerías, si había dos cipreses que además daban de comer, y si había tres es que era una fonda en toda regla y también se podía dormir. El ciprés transmitía un mensaje de hospitalidad
Desde allí podemos apreciar un gran panorama con la sierra de la Pila como línea de horizonte.
Y ya, entrando por la Rajica de Enmedio pasamos por las Puertas de Jaime el Barbudo, donde se apostaba con su cuadrilla de salteadores de caminos para cobrar peaje o robar a los viajeros que se dirigían a Jumilla desde Murcia, pues el camino bordea la sierra y casi imperceptiblemente nos encontramos que por un lado está la roca y por el otro un despeñadero de unos cinco o seis metros y por tanto no hay otra salida que el camino mismo.
Pasamos por el estrecho camino y en vez de volver por la misma ruta, seguimos hacia adelante para volver por la solana de la sierra, pero eso es tema para otra ruta.