Ejercicio de confinamiento nº 40. La caída de Ícaro (Gowy/Rubens)
Ejercicio de confinamiento nº 40. La caída de Ícaro (Gowy/Rubens), 2020
Sobre la obra de Jacob Peeter Gowy/Rubens “La caída de Ícaro” (1635-37), óleo sobre lienzo, 195x180 cm. Museo del Prado. Madrid
Acuarela sobre papel.
40 cm. x 30 cm.

En la mitología Dédalo es el prototipo de genio técnico y artístico. Era un gran pintor y la leyenda le atribuye ser el inventor de la escultura por ser el primero en esculpir figuras humanas tan parecidas a las naturales que cuentan que las confundían con personas vivas. Pero su fama se debe a su genio para inventar artilugios técnicos, como la vela y la regla. Para él los problemas existían para ser resueltos, y toda Atenas le consideraba una persona voluntariosa que siempre conseguía hacer lo que le pedían utilizando el ingenio. Pero Dédalo también era un hombre duro y envidioso. Cuenta Ovidio en su Metamorfosis que tenía un sobrino llamado Pérdix o Talo muy espabilado al que introdujo en la pintura, la escultura y la ingeniería aplicada necesaria para inventar instrumentos. Pérdix demostró ser muy hábil y buen alumno, inventando muchas cosas básicas como la sierra, que se le ocurrió mirando la espina central de un pez reproduciéndola luego en metal, el compás, el formón... El caso es que Dédalo estaba celoso de su sobrino y pensaba que con el tiempo podía quitarle su puesto como primer inventor de Atenas. Para comprobar la inteligencia de Pérdix quedó con él en un acantilado sobre el mar (en otras fuentes leemos que lo citó en la terraza del templo de Atenea pero eso no cambia la historia) diciéndole que era para instruirle sobre el cálculo de las distancias. Cuando se encontraron, Dédalo dijo a Pérdix, -"A ver si sabes donde está el centro de ese horizonte que estamos viendo allá lejos en el mar"- Pérdix que como todos los griegos sabía que la Tierra es redonda, al momento contestó sin dudarlo -"El centro está desde donde uno mira pues la línea de la mirada es una tangente a la línea del horizonte, estés donde estés, pues la Tierra es redonda"- Dédalo se quedó patidifuso de la agudeza y la genialidad de su sobrino y sin pensarlo dos veces le dio un empujón y Pérdix se precipitó al vacío. Atenea que lo vio, como diosa protectora de la inteligencia, lo convirtió en una perdiz. Así la perdiz en recuerdo de su primer trágico vuelo, anida en matorrales y nunca vuela alto. A Dédalo le acusaron de asesinato y no le valieron las excusas que dio, siendo expulsado de Atenas. Entonces Dédalo se fue a Creta con su hijo Ícaro. Allí construyó para el rey Minos el famoso laberinto para encerrar al Minotauro, un toro monstruoso que se comía unos cuantos jóvenes cada nueve años. También construyó un toro mecánico que le pidió la reina Pasifae. Ariadna, que era la hija, no tle pidió nada pero como Dédalo quería hacerle también un regalo pensó en contarle un secreto y le dijo -"Ariadna, si alguna vez tienes que entrar al laberinto, recuerda que de la única manera que podrás salir es atando a la entrada un ovillo de hilo que irás desenrollando conforme te adentres en él, y cuando quieras salir solamente tienes que volver a enrollarlo. Ese es mi regalo para ti"- Ariadna le dio las gracias pero no le pareció nada interesante, pues ella no se acercaba nunca al laberinto. Pero más tarde le fue de mucha utilidad. Cuenta la leyenda que cada nueve años el rey Minos exigía a Atenas que enviase siete chicas y siete chicos destinados a servir de comida al Minotauro, pero la tercera vez que debían ir los catorce jóvenes a morir ante el Minotauro, el príncipe ateniense Teseo se ofreció a ser uno de los siete que debían presentarse en Creta en tributo al rey Minos. Como ya sabemos, una vez en Creta, Ariadna conoció a Teseo y el flechazo fue instantáneo. Entonces se acordó del secreto que le contó Dédalo y ayudó a Teseo a matar al Minotauro dándole el ovillo de hilo antes de entrar en el laberinto. Cuando Teseo salió se marcharon y como conté en el ejercicio diecinueve, la felicidad de Ariadna duró poco pues Teseo antes de llegar a Atenas la abandonó en la isla de Naxos. El caso es que muerto el Minotauro el rey Minos investigó y encontraron un ovillo de hilo en la entrada del laberinto. Minos se preguntó, -¿Quien hay tan ainteligente como para ocurrírsele esta estratagema? No puede ser otro que Dédalo"- Entonces encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro en el laberinto que Dédalo había construido y le dijo -"Sal si puedes"-. Pero el laberinto era una construcción muy sofisticada y Dédalo no recordaba los planos. Pasaban los días allí encerrados sentándose con su hijo en el patio a tomar el sol un rato cada día sin encontrar ninguna manera de poder salir de su cárcel, pensando que si fueran pájaros sí que podrían escaparse volando por encima de las murallas, pero no eran pájaros eran hombres. Un día observaba la cantidad de plumas que se les caían a los pájaros y los montones de ellas que había en el patio, pues nadie lo barría, y tuvo una idea fantástica -"¿Y si construyéramos unas alas?"- Y así lo hizo, con las plumas y la cera de las velas que iluminaban el interior del laberinto construyó unas alas para él y otras para su hijo. Cuando estuvieron listas se las colocaron y se subieron a la torre más alta para tirarse desde allí. Antes de emprender el vuelo, Dédalo aconsejó a su hijo: -Tienes que llevar cuidado, no vueles bajo porque si la espuma del mar moja tus alas pesarán mucho y caerás, pero tampoco vueles muy alto porque el sol calienta más y derretirá la cera de tus alas, perderán las plumas y también caerás. ¿Entiendes?"- A lo que contestó Ícaro -"Pues claro que entiendo, no soy tonto"- Pero una vez que sintió la libertad de volar se olvidó de esas recomendaciones y subió y subió cada vez más alto desoyendo los gritos de su padre. Entonces la cera se derritió y las plumas empezaron a caer y con ellas Ícaro que se precipitó en el mar y nunca más se supo de él. Cuenta la leyenda que cuando estaba apunto de estrellarse, Dédalo vio una perdiz que pasó cerca volando, era Pérdix, su sobrino, que no pudo contener una risa malévola.

En esta obra de Gowiy, que reproduce un boceto de Rubens, se representa el momento más dramático de la narración, cuando Ícaro cae ante su padre sin que pueda hacer nada para ayudarlo. El parecido tanto del tema, jóvenes que no hacen caso de los consejos paternos, como de la aparatosidad de los cuerpos cayendo, entre esta obra y "La caída de Faetón" de Jan Carel van Eyck (Ejercicio de confinamiento nº 15), ambas sobre bocetos de Rubens, es indudable. En comentarios que he leido dice que en este cuadro bajo acantilado hay representadas dos figuras con alas, no las he dibujado porque en la reproducción en la que me he fijado para hacer mi acuarela, no se distinguia bien qué era, y he optado por no poner nada.

Temas de esta obra

Obras relacionadas