Perseo como Heracles es uno de los héroes mitológicos que se parece al príncipe de los cuentos infantiles que por diversos motivos tienen que ir al reino de Irás-y-no-volverás pero que siempre vuelven victoriosos. La historia de Perseo es muy larga y fabulosa pero ahora solamente voy a contar el final. Cuando Perseo cortó la cabeza de la Gorgona Medusa después de muchos avatares, la metió en un saco para no mirarla, pues quien la mirara se convertía inmediatamente en piedra. Iba volando con las sandalias aladas que le había proporcionado Hermes o subido a la grupa de Pegaso, el caballo alado que surgió de la sangre de Medusa, -hay varias versiones-, cuando vio una mujer encadenada a una roca que lloraba y gritaba de miedo. Bajó hasta ella y se enamoró locamente. Esa mujer era Andrómeda. Perseo le preguntó qué pasaba, por qué estaba así. Entonces Andrómeda le contó su historia. Resulta que Casiopea, como todas las madres la veía tan guapa que no tuvo otra ocurrencia que ir a la orilla del mar y dirigiéndose a Poseidón (el dios del mar) le gritó: “Escuchad hijas de Poseidón, vosotras sois bellas, pero no como mi hija, mi Andrómeda es cien veces más!”. Poseidón que oyó el insulto envió un monstruo y una gran ola que inundó y destrozó la ciudad. La gente no sabía qué hacer y acudieron a un adivino que les dijo que tenían que sacrificar a Andrómeda, la hija de Casiopea y encadenarla a las rocas frente al mar para que el monstruo pudiese llevársela o devorarla. En ese trance estaba cuando la vio Perseo. Perseo no lo dudó, le pidió la mano y le dijo que cerrara los ojos. Entonces sacó la cabeza de Medusa del saco y se la mostró al monstruo que quedó petrificado, liberó a Andrómeda y se casaron. Y colorín colorado este cuento parece que se ha acabado, pero no. Perseo y Andrómeda fueron a llevar la cabeza de Medusa al rey codicioso que le había enviado a luchar contra ella. Cuando explicó que llevaba la cabeza de Medusa en el saco el rey no se lo creyó. -Quieres verla?- le dijo Perseo, -Si- dijo el rey. Y Perseo sin mirar abrió el saco y el rey quedó convertido en piedra. Y así de bien termina la historia de Perseo.
En esta obra vemos a Andrómeda desnuda y a Perseo con armadura propia del siglo XVIII que está liberándola, a lo lejos, en la orilla del mar Pegaso les espera y el monstruo marino está medio sumergido. Es fantástico el contraste entre el hombre forrado de metal oscuro, la capa roja que ondea al viento y el cuerpo desnudo de la mujer. Rubens nos muestra el enamoramiento de Perseo que se acerca delicadamente a Andrómeda rozándola con su cuerpo todo lo que puede. Esta gestualidad también da a entender el carácter virtuoso y noble de Perseo, pues en esa época el desnudo femenino era símbolo de idealismo y conceptos loables como la paz o la justicia.