Ejercicio de confinamiento nº 25. Apolo persiguiendo a Dafne (Thulden)
Ejercicio de confinamiento nº 25. Apolo persiguiendo a Dafne (Thulden), 2020
Sobre la obra de Teodoor van Thulden “Apolo persiguiendo a Dafne” (1636-38), óleo sobre lienzo, 193x207. Museo del Prado. Madrid
Acuarela sobre papel.
30 cm. x 40 cm.

Apolo era hijo de Zeus el Cielo y de Latona, la Noche, él simbolizaba para los antiguos el milagro deslumbrante de la luz, montado en su carro iniciaba su carrera al alba y conducía el sol hacia el ocaso. Era sanador y protector de la ley y el orden pero también de sus contrarios, provoca la muerte con dulces flechas, la peste y la ruina. Es un dios contradictorio, al menos se rebeló dos veces contra Zeus, una de ellas consiguió encadenarlo, pero las conjuras fracasaron, por lo que estuvo desterrado a vivir con los humanos durante dos temporadas. En una de sus aventuras le regalaron un caparazón de tortuga con el que fabricó la primera cítara, de la que nunca se separó, llenando de música el Olimpo y la tierra, extendiendo su atributos a protector de la música, la poesía y el canto. Como hemos dicho era un dios con una naturaleza contradictoria, a pesar de ser bellísimo y de irradiar encanto y armonía no parece que tuviera mucho éxito con las mujeres. Cuentan que su primer amor fue Dafne, una ninfa de la que se enamoró a primera vista, le hacía requerimientos pero ella le rechazaba siempre. Y es que Cupido molesto por unas bromas que le había gastado Apolo, le disparó a éste una flecha de amor y a Dafne una de plomo. La Metamorfosis de Ovidio cuenta que un día Apolo se presentó de improviso y Dafne asustada corrió y corrió con Apolo detrás. Ella cuando se vio perdida invocó al rio Peneo diciendo: “Ayudadme, echa a perder, cambiándola, esta figura con la que he gustado demasiado”. Apenas ha terminado la plegaria su cuerpo se vuelve pesado y “se ciñe una tenue corteza a su blando pecho, fronda en sus pelos, ramas en sus brazos crecen, el pie, hace poco tan veloz, con raíces se prende”. Apolo sólo llega a abrazar el laurel en el que Dafne se ha convertido sintiendo todavía su corazón latir. Lo interesante de la historia es que lejos de sentirse despechado, Apolo conmovido y afligido formó una corona con las ramas del laurel y se la puso en la cabeza. Desde entonces se han ceñido con ella las sienes de los poetas y los héroes.

En esta obra llama la atención el áura amarilla que envuelve la cabeza del dios porque es un elemento iconográfico arcaizante, utilizado en esa època en la pintura religiosa pero no en las pinturas de tema mitológico. Aun así la composición es moderna y evoca fielmente el movimiento de la carrera que representa, conseguido también por el pie de Apolo que se queda fuera del cuadro. Toda la obra desprende sencillez y encanto, parece que el pintor la realizó sin ninguna difucultad, por eso a lo mejor le falta un poco de nervio, de pasión, de exceso.

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