Hace unos días contamos que Vía Láctea era el surco que dejó el carro del sol cuando lo intentó conducir Faetón, pero la mitología cuenta otro origen menos trágico. Resulta que a Zeus o Júpiter le había profetizado que solamente ganaría a los Gigantes, cuando éstos se sublevaran contra los dioses, con la ayuda de un mortal. Entonces se puso a buscar una mujer apropiada para engendrar a un héroe, aunque no necesitaba excusas para echar una cana al aire. Cuando este niño nació, le llamó Heracles o Hércules y es el héroe por excelencia de la mitología griega, siguiendo sus aventuras se conocen casi todos los mitos. Pero ahora solamente vamos a tratar de sus primeros momentos de vida. Zeus que ya pensaba que su esposa Hera o Juno, se moriría de celos cuando se enterase del asunto y odiaría al bebé como solo puede hacerlo una diosa. Así que lo cogió tan pronto nació y lo llevó al lecho de su esposa que estaba durmiendo para que Heracles mamara la leche de Hera que lo convertiría en inmortal, pero Heracles ya apuntaba maneras y era un poco bruto y mamó con tanta fuerza que Hera se despertó y violentamente se quitó al niño del pecho y la leche salió disparada, formando la Vía Láctea que señala a los dioses el camino hacia el Olimpo.

En esta obra Tintoreto representa de la forma tan teatral que le carecteriza justo el momento en que Zeus pone a Heracles en el pecho de Hera y cuando éste succiona con fuerza Hera se despierta y aleja al niño salpicando de gotas de leche el firmamento que se convirtieron en las estrellas de la Vía Láctea. La puesta en escena de Tintoreto incluye un águila que lleva algo agarrado, dos pavos reales, y cuatro angelitos, aunque yo solamente he puesto tres pues mi libro de historia del arte es un poco antiguo y en la imagen de esta obra el angelito situado en la esquina inferior izquierda no se ve.