En la antigua Fenicia, a unos setenta kilómetros de lo que ahora es Beirut estaba la ciudad de Tiro. La hija del rey se llamaba Europa y era una joven un poco ingenua. Le gustaba jugar en la playa con sus esclavas o sus amigas y allí fue donde un día Zeus la vio. Zeus, el dios de dioses, rey de la luz y del universo no podía ver una mujer hermosa sin inflarse de deseos por ella. Como estamos viendo en estas historias míticas Zeus se acuesta con casi todas la mujeres que se tropieza, ya sean humanas, ninfas o diosas, todas le parecen deseables, pero no es que sea un libertino si no que es su naturaleza, su misión es fecundar, engendrar vida incluso mezclando especies. El caso es que para seducir a Europa que era un alma cándida, se transmutó en toro, y en un toro blanco precioso, con una piel suave que miraba a Europa con sus grandes ojos sin pestañear. Europa estaba fascinada y se acercó al toro separándose de sus acompañantes, le puso una corona de flores y después de acariciarlo un rato se subió encima. El toro en cuanto sintió a Europa sobre él salió corriendo llevándola a Creta. Cruzó por tanto el Mediterráneo con Europa a cuestas yendo hacia el oeste, de ahí el nombre de nuestro continente ya que estamos al oeste de Beirut. Europa nunca más volvió a ver a su familia, aunque este rapto es el origen de otras muchas historias míticas.

Rembrandt en esta obra deliciosa representa este episodio de una forma casi costumbrista, parece un rapto amable, no hay violencia en la escena a pesar de los aspavientos de las amigas de Europa. Toda la acción está integrada dentro de un paisaje cotidiano con un fondo que podría ser el perfil de cualquier pueblo holandés, incluso la vestimenta de las mujeres son propias de la época del pintor.