Seguimos con el mismo mito, “El rapto de Europa”, porque buscando iconografía sobre el tema he encontrado varias interpretaciones que resultan muy sugerentes de comparar. Si ayer me refería a una obra de Rembrandt en la que alguna de las características de la pintura nórdica son apreciables, como son la cotidianidad de la puesta en escena, el paisaje bastante realista y la vestimenta de los personajes casi siempre contemporánea al artista. Hoy propongo una interpretación enmarcada en la tradición iconográfica del sur de Europa, básicamente italiana.

El maestro veneciano Tiziano pintó “La violación de Europa” sobre 1560 para Felipe II, aunque ahora se conserva en Museo Isabella Stewart Gardner de Boston, Massachusetts. Rubens en el segundo viaje que hizo a Madrid, más de medio siglo después, la copió excelentemente, como no puede ser de otra manera en un maestro como él. Esta copia se encuentra en el Museo del Prado y es la que he trabajado hoy. En ella las características de la pintura italiana son evidentes: la teatralización del tema, las vestimentas que reproducen las que se ven en las esculturas y bajorrelieves griegos o romanos, el paisaje idealizado... Si la pintura de Rembrandt de ayer evoca un episodio singular pero exento de dramatismoo, la versión del mismo tema de Tiziano-Rubens es todo lo contrario, con el pataleo de la joven se transmite la brusquedad del movimiento de huida del toro que casi le hace caer, movimiento acentuado por la posición del toro y la joven en la esquina inferior del cuadro que parece que casi se salen de él. De hecho Tiziano llamó a esta obra “La violación de Europa”, no el rapto. A pesar de ello la mirada del toro coronado de flores, los cupidos y las telas ondeando dulcifican la escena. Una obra que evocadora de una tropelía, de un desafuero, pero eso sí, bellísima.