Cuenta Tito Livio al inicio de nuestra era, que el nacimiento de la República en la antigua Roma se debió a un hecho luctuoso. Sobre el siglo V a.C. vivía en Roma Lucrecia, esposa de un ciudadano romano, discreta, fiel, muy hermosa y amante de su marido. El asunto es que Sexto Tarquinio, hijo del rey, se había enamorado de ella. Un día que su marido estaba ausente le pidió hospitalidad, Lucrecia no pudo negársela pues era un príncipe. Tarquinio aprovechando la oscuridad de la noche se introdujo en su habitación y bajo amenazas la violó. La historia o leyenda cuenta que Lucrecia no pidió ayuda ni se resistió, habida cuenta de la condición poderosa de su agresor, pero al día siguiente llamó a su padre y a su marido y les contó el ultraje recibido, les pidió venganza y seguidamente se hundió en el pecho un puñal. Entonces ellos llevan a Lucrecia muerta a las gradas del templo ante la ciudadanía que no dejaba de pronunciar gritos contra los desmanes de la monarquía. Este hecho provocó una revuelta que terminó con la expulsión de Lucio Tarquinio el Soberbio, padre de Sexto Tarquinio (el violador) y último rey de la Roma antigua, instaurándose a partir de entonces la República.
En esta obra Tiziano representa a la pareja en el momento en que Lucrecia es sorprendida por el joven Tarquinio puñal en mano. A pesar de la oscuridad de los cortinajes y de la ambientación, el colorido de este lienzo es fabuloso, rico, rico. Este tema tuvo mucho éxito en el siglo XVi y XVII, en mi parecer, porque representaba un hecho luctuso en el que el desnudo femenino no era metáfora de nada espiritual, solamente aludía a su propia carnalidad alimentado así la morbosidad de un público masculino.