Los dioses griegos parecen muy simpáticos pero hay mitos muy, muy crueles como este. Ticio era un gigante descomunal hijo de Zeus y de la tierra Gea. Un día intentó violar a Leto la amante de su padre y Apolo y Artemisa que eran sus hijos corrieron en su socorro y le dieron muerte. Cuando Ticio llegó al Hades, al inframundo, fue castigado por su lujuria a que un águila le comiese el hígado, pues los antiguos creían que el hígado era el órgano donde se gestaban las pasiones humanas. Y como Ticio era inmortal así sigue, con el águila corroyéndole el hígado para siempre jamás.
Esta obra de Tiziano la ideó en 1549 aunque la versión del Prado es posterior. Representa al gigante encadenado a unos troncos y roca al que un buitre o águila que picotea las entrañas y una serpiente símbolo del pecado que cometió. Para apreciar el dramatismo de esta obra hemos de imaginar que miramos el cuadro de gran tamaño colgado en la pared y vemos la figura del gigante despatarrada bajo el peso del buitre que parece que nos vaya a caer encima. Impresionante. "Ticio" forma parte del encargo realizado por María de Hungría a Tiziano en 1548 para su palacio de Binche en Bruselas. Se trataba de representar a los cuatro personajes de la mitología clásica que habían sido condenados perpetuamente por haberse rebelado contra los dioses como alegoría y aviso a los príncipes alemanes que se habían rebelado contra su hermano Carlos V. A estas cuatro obras: Sísifo, Ticio, Ixión y Tántalo les llamaron las Furias, aunque las furias en la mitología clásica eran la personificación del castigo y la venganza y las encargadas de que los condenados cumplieran sus castigos, pero a partir de entonces esta temática ha tenido ese nombre: Furias.