El territorio en escorzo. El horizonte y los ítems de la visión monocular I.
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La visión binocular es la característica más importante de nuestro sentido de la vista para percibir la profundidad. Se produce al mirar el mismo objeto con los dos ojos a la vez ya que las imágenes que se registran en la retina son ligeramente diferentes en cada ojo pues están separados por unos centímetros. Cuando en nuestro cerebro estas imágenes retinianas se superponen podemos apreciar el relieve de las cosas y reconocer fácilmente las distancias entre ellas dentro de nuestro campo visual. Sin embargo esta facultad se pierde cuando se trata de distancias alejadas o muy alejadas ya que la diferencia del ángulo visual de cada ojo va siendo más pequeña conforme más lejos miramos y las imágenes resultantes se igualan.
Entonces entran en juego otros estímulos visuales que también son percibidos por las personas privadas de la visión de un ojo, los más importantes son: la perspectiva o efecto óptico de que las cosas disminuyen de tamaño conforme están más lejos, la reducción de su tamaño aparente según la distancia en la que están apoyados en el suelo, la superposición de un objeto cercano a otro distante, el cambio de color según la distancia (perspectiva aérea), el grado de ubicación angular hacia arriba (más arriba más lejos), el brillo y el contraste (a menor brillo y contraste más distancia). Estos estímulos se han convertido a lo largo de los siglos en estrategias empleadas con mayor o menor fortuna por los artífices de imágenes en dos dimensiones para crear ilusión de profundidad en sus obras.
El más importante de todos estos estímulos y dentro del efecto óptico de perspectiva visual lo constituye la percepción en escorzo del territorio o plano de base donde se apoyan las cosas, desde nuestros pies hasta el horizonte, límite visual del mismo.
El contorno más alejado del suelo nos ayuda a situarnos en el espacio físico y también a "leer" una imagen ilusionista. Por ejemplo en esta fotografía de un viñedo, las piedras van viéndose más pequeñas conforme están más lejos así como las cepas y la distancia entre ellas, formando un entramado cada vez más espeso, pero ese entramado no llega a difuminarse totalmente, si no que se corta abruptamente; por eso sabemos que la fotografía se tomó desde un punto de vista más bajo que el límite posterior del bancal.
La representación gráfica en escorzo de este plano de base es una de las características del arte mimético o ilusionista y la que provoca mayor ilusión de realidad, ya que es el suelo el objeto más grande de todo nuestro campo visual. El cómo llegó a representarse partiendo del arte arcaico supone un viaje a través de la historia por medio de imágenes de irresistible interés. Su evolución desde que solamente constituía una línea de tierra donde se apoyaban las figuras y donde el espacio físico de la escena no se tenía en cuenta hasta que apareció el plano de base en escorzo y su borde más lejano, el horizonte.
Panofsky en la nota 24 de su obra "La perspectiva como forma simbólica" explica "de forma meramente hipotética" la evolución de esa línea de base a plano de base en escorzo, indicando que es una de las características más reveladoras de la transformación del arte arcaico a arte mimético. Siguiendo esta misma línea, y también de forma meramente hipotética, también podemos considerar como otro signo de este cambio la aparición de la línea posterior del plano de base: la línea del cielo o el horizonte.
Para ilustrar esta evolución que duró siglos propongo unas obras sin tener muy en cuenta su datación si no el momento artístico que representan, teniendo en cuenta que de la pintura griega solamente conocemos la empleada en decorar cerámica y algunas obras etruscas, y sin olvidar que la mayoría de las piezas que han llegado hasta nuestros días son de manufactura artesanal que, a pesar de su belleza, son un pobre reflejo de lo que pudieron pintar artistas cuyos nombres nos han llegado a través de la literatura clásica.
Así una primera etapa sería puramente arcaica en la que los motivos dibujados son geométricos y decorativos y si incluye figuras la representación de los cuerpos es esquemática apoyándose generalmente en una línea de tierra, como en este "Plato de Euforbo" encontrado en Rodas y en la pintura de la tapa del sarcófago de la "Tumba del buceador" de Paestum (imagen que encabeza este.
En una segunda etapa, que sería sobre el siglo VI a.C., ya se consigue una evocación espacial mediante el escalonamiento de las figuras, ya no se apoyan todas en una línea de tierra, si no que hay unas delante de otras. Como en la Cista Ficoroni, notable por su gran tamaño. Aquí aunque el grado de ilusión de "escena vista" es indudable, observando atentamente vemos que la escena es un primer plano y que todo lo representado está al alcance de la mano, incluso de los protagonistas. Todos los elementos figurativos están tratados de la misma forma ya sean cuerpos, plantas o rocas y no está contemplada la disminución que sufre el tamaño de las cosas cuando están más lejos. El artífice de este fantástico dibujo ha sabido evocar el volumen de los cuerpos solamente con la línea del contorno pero no le interesa el espacio que hay entre ellos y mucho menos el mundo que queda tras la escena. En esta fase tampoco encontramos horizontes.
En una tercera etapa las figuras se representan con alguna disminución de tamaño según la lejanía y se incluye el fondo de la escena con una línea del cielo en alguna parte pero sin constituir una línea clara que atraviese toda la composición, en todo caso para la sensibilidad actual parece que sea el fondo de un escenario, como en este fresco pompeyano de "Las tres gracias" o como en este espejo etrusco en el que un sátiro intifálico aparece dibujado apoyado sobre la pequeña loma de fondo de la escena. En la cultura clásica la importancia del teatro fue enorme y deseo de dar verosimilitud a las representaciones teatrales contribuyó grandemente al desarrollo del arte ilusionista
También en este otro espejo etrusco vemos dibujado un templo detrás de las figuras.
En la cuarta etapa, ya en la cultura romana, se crean paisajes y escenas en los que la verosimilitud de los elementos figurativos está muy conseguida contemplados aisladamente, pero en conjunto parece un decorado y no ofrece una visión de espacio unitario que contenga todos esos elementos y que el espectador pueda reconocerse en él. A esta etapa corresponderían, por ejemplo, los murales del "Templo de Isis" en Pompeya del segundo estilo, donde vemos un paisaje en el que se mezclan elementos arquitectónico en varios planos de profundidad. Lo que está delante está pintado más oscuro, pero la composición está fragmentada en pequeños escenarios. En esta fase aunque el cielo está representado hay una clara indeterminación en dibujar el límite posterior del territorio de tal forma que no podemos decir que haya un horizonte visual, esta indeterminación caracteriza la inmadurez del arte ilusionista.
La voluntad de representar un límite claro entre cielo y tierra como el contorno más alejado del territorio visto en escorzo donde se yerguen todos los elementos figurativos llega al final de esta etapa, en lo que podría constituir una quinta etapa, ya en época romana, siendo este contorno la representación de un horizonte unificador de todo el espacio figurativo.