Los últimos románticos. El legado romántico en el siglo XX.
Categorías del artículo: Horizontes pictóricos
Sería imposible nombrar a todos los artistas en los que en su obras vemos la herencia romántica, esto no quiere decir que se copien unos a otros, sino que aplican estrategias gráficas que transmiten emociones "románticas" como son la búsqueda de lo absoluto, la meditación y el ensimismamiento. Esta búsqueda les ha llevado a reducir a la mínima expresión las características del paisaje romántico, borrando de sus obras cualquier referencia al mundo visual, llegando así a la completa abstracción. Sin embargo no se puede escapar del mundo visual y siempre hay alguna forma que nos remite a "algo visto", mayormente al horizonte, pues si hay un signo gráfico que evoca infinitud y transcendencia es el horizonte.
En estos artistas es tan fuerte la huida del mundo visual que llegan a hacer obras absolutamente negras o monocromas, como si todas las imágenes que haya podido captar nuestra retina estuvieran tras la última capa de pintura. Un ejemplo es este cuadro de Ad Reinhardt que parece de un negro uniforme, pero observado al natural tiene varios matices. En palabras del propio autor en esta obra pretende hacer "una pintura pura, abstracta, no objetiva, atemporal, sin espacio, inmutable, sin relaciones, desinteresada...". Aunque ya Kazimierz Malévich (1878-1935) ya pintó un cuadrado negro en 1915, su intencionalidad era más conceptual que expresiva: suprimir la representación del espacio atmosférico y crear el espacio suprematista, pero esto lo contaré en otra entrada del blog.
Muy representativo de esta tendencia es Mark Rothko, que me parece paradigma de la herencia romántica. Rothko huye del mundo visual de la figuración para representar en sus obras el drama de lo transcendente. Según sus palabras "La representación de este drama nunca ha sido posible en el mundo de lo familiar". Si Turner acomete sus últimas obras dando al color vida propia liberándolo del mundo de las apariencias dándole un sentido cósmico, Rothko también mediante el color nos sitúa ante la infinitud.
En palabras de Robert Rosemblum (1927-2006) estudioso de la relación del Romanticismo con el Expresionismo Abstracto: "...por un fenómeno paralizante de luz y vacío, al igual que Friedrich y Turner, nos coloca en el umbral de esas infinidades carentes de forma de las que hablan los estetas de lo sublime. El diminuto monje de Friedrich y el pescador de Turner establecen un conmovedor contraste entre la vastedad infinita de un dios panteísta y la infinita pequeñez de sus criaturas. En el lenguaje abstracto de Rothko, un detalle tan literal como ése -un puente de empatía entre el espectador y la presencia de un paisaje trascendental- ya no es necesario: nosotros mismos somos el monje frente al mar, silenciosos y contemplativos frente a esas enormes pinturas mudas, como si observáramos una puesta de sol o una noche de luna llena. La trinidad mística formada por el cielo, el agua y la tierra que en los "friedrich" y "turner" surge emanada de una fuente oculta, las franjas flotantes y horizontales de luz velada de los "rothko" parecen esconder una presencia absoluta, remota, que sólo intuimos y jamás alcanzamos a captar del todo. Esos infinitos e intensos vacíos nos transportan más allá de la razón, hasta lo sublime; lo único que podemos hacer es rendirnos ante ellos en un acto de fe y dejarnos absorber por sus radiantes profundidades". En general Rothko huye de la sensación de profundidad y consigue que algunas zonas de color sobresalgan de la superficie del cuadro espolvoreando pigmento sobre una última capa de pintura o barniz, de esta forma el efecto óptico de que esas grandes zonas de color "flotan" delante de la superficie pictórica es real porque físicamente están delante del soporte. Pero unque los horizonte de Rothko se vengan hacia adelante, siguen leyéndose como horizontes que, trascendiendo un posible límite físico, en un giro de 180º se vuelven hacia nosotros, situándose dentro nuestro como un límite espiritual o anímico.
Sin embargo Fernándo Zóbel (1924-1984), sin perder esa visión casi mística del mundo, sí quiere evocar la profundidad y la experiencia espacial y para ello también se sirve del color y la ausencia de contornos para evocar la belleza de lo que nos rodea. Con una simplicidad sorprendente: manchas de color y la definición precisa de una sola línea, el horizonte, consigue evocar la sensación de espacio abierto, donde la materialidad de la cosa vista, tamizada por la luminosidad del color provoca la sensación de respirar el aire que hay entre el espectador y ese paisaje. En "La playa. Conill II" la luminosidad de la línea de horizonte nos sitúa ante un paisaje simple pero sublime y formidable.
La sencillez del recurso gráfico, una sola línea horizontal, para evocar profundidad es manifiesta en su obra "Ícaro", donde si la borráramos se perdería la referencia espacial.
Para el reconocido artista Sean Scully (1945) Rothko prolonga en el siglo XX el gran impulso romántico y en su estudio sobre Rothko "Cuerpos de luz" comenta: "La figura y el fondo, el cielo y el mar, y todas las experiencias que el artista ha vivido y todas las historias que le gustaría relatar, están condensadas en rectángulos que tienen la solemnidad de las piedras de Stonehege y el dramatismo ingrávido de los paisajes y las marismas de Turner".
Estas mismas palabras me sirven para hablar de Agustí Fructuoso (1951) que en su obra multidisciplinar reflexiona sobre los grandes temas filosóficos que continúan abiertos en nuestra cultura. En sus obras casi monocromas, el horizonte es básicamente el único signo gráfico. El horizonte como límite del alcance humano y del lienzo como límite de la propia identidad. Sus pinturas y dibujos están realizados con una minuciosidad casi obsesiva, incluso los que consisten en dos o más texturas de negro; y es esa minuciosidad que parece inútil lo que les confiere una cualidad inquietante de capa opaca que cubre, bajo los intensos negros (o rojos, o verdes) todas las imágenes que podamos concebir.
Agustí Fructuoso también lleva a cabo performances y acciones artísticas en las que plantea una reflexión sobre el arte, el mercado, la vida y la muerte. En 2010 realizó una acción en la Muestra de Arte Contemporáneo Ostrale de Dresden (Alemania) que consistía en dibujar en dos paredes, una frente a otra, una superficie a modo de cuadros de 250x450 cm uno blanco rascando la pared con un estilete y otro negro, dibujando en la pared con grafito hasta conseguir un negro intenso, dejando a la vista el polvo que cayó al suelo durante el proceso de realización que duró dos semanas. Se completaba la acción con una grabación realizada montando la frase "Dresden sentía nostalgia de Mahler" (título de la acción) superponiendo unas palabras encima de otras, es decir la primera frase se oía casi completa, en la siguiente se había grabado encima de la última sílaba la misma frase, y así sucesivamente en una secuencia infinita, terminando en un murmullo indescifrable. Esta acción reivindica el valor de la práctica artística a pesar de su aparente futilidad, al margen de los mercados, aunque de cualquier forma en una conclusión puramente romántica, es polvo, como el hombre mismo. Aquí la pared es metáfora del horizonte, lo más lejos a donde puede llegar con su mano un artista: al soporte.
Otro artista que me parece heredero del sentimiento romántico es Anselm Kiefer (1945). En sus grandes paisajes experimenta con las posibilidades expresivas de los materiales, y sitúa en muchos de ellos el horizonte muy arriba de la composición, lo cual les dota de un ambiente opresivo y trágico, como si en ese contexto el cielo se cayese encima y faltase el aire para respirar.