El horizonte y Et sic in infinitum de Robert Fludd
Categorías del artículo: Horizontes pictóricos
Cuando Copérnico en el siglo 16 describió el sistema solar heliocéntrico, sus teorías no tuvieron un impacto inmediato, pero dieron pié a que posteriores astrónomos como Giordano Bruno (quemado en la hoguera por defender estas ideas) o Thomas Digges, imaginaran las estrellas como otros soles poblando un universo infinito, allende de la imaginada esfera de las estrellas fijas. Tuvo que pasar casi un siglo para que Galileo Galilei iniciase la revolución astronómica, liberando el cosmos del dogma geocéntrico. A partir de Galileo el cielo se integra en el Universo sujeto a las leyes de la física que serán, a partir de ahora, universales e idénticas para todo el mundo material.
Cuando se divulgaron las teorías de Galileo, el cielo dejó de ser un espacio divino para expandirse infinitamente y sin ruptura, a través de los niveles de nuestra atmósfera. Su telescopio eliminó a los habitantes míticos que formaban las constelaciones, pues éstas se revelaron como realmente son: cuerpos celestes a distancias inconmensurables sin ninguna conexión entre ellos. La concepción de un cosmos infinito, continuó desde Giordano Bruno hasta que Einstein formuló la teoría de la relatividad, de la que deriva el modelo actualmente vigente de un cosmos en continuo movimiento, finito pero ilimitado.
En esta ilustración, Robert Fludd interpreta la idea de vacío inconmensurable de un modo inquietante en un grabado de su obra Utriusque cosmi maioris scilicet et minoris metaphysica, physica atqve technica historia: in duo volumina secundum cosmi differentiam diuisa(1617). En este grabado, Fludd dibuja el espacio como un cuadrado procurando una representación simétrica y estable, pero huyendo de la representación circular del Universo, pues esa era la forma geométrica utilizada para representar el modelo aristotélico de Universo geocéntrico formado por esferas celestes. De esta manera evita también la connotación religiosa del círculo como forma perfecta del todo simétrica y aislada de su entorno. Fludd escribe en cada lado de un cuadrado absolutamente negro Et sic in finfinitum (Y así hasta el infinito), sugiriendo la idea de que en el espacio no hay arriba ni abajo, ni derecha ni izquierda, da igual cómo se mire, tanto el grabado como el mismo cielo, dando forma gráfica a la concepción de un universo infinito que excluye la idea de límite, y en consecuencia de horizonte.