Los horizontes de Guardi. El mundo no sólo es redondo, se ve redondo
Categorías del artículo: Horizontes pictóricos
La "veduta" es un género pictórico que nació en la Italia de los siglos XVII y XVIII respondiendo a la necesidad comercial de disponer de vistas paisajísticas y costumbristas que sirvieran de recuerdo a los ricos visitantes, especialmente de Roma y Venecia, primeros turistas que recorrían Italia por ser la cuna de nuestra civilización y atraídos por la grandiosidad de sus ruinas clásicas.
El objeto de la "veduta" era representar el paisaje tal como se ofrece a la vista, aunque los autores mezclasen escenarios imaginarios y reales. Estas pinturas eran de formato medianos y pequeños, fáciles de transportar ya que eran las "postales" de esa época. Debido a la gran demanda de vistas de arquitectura y paisajes urbanos y para evitar los laboriosos trazados perspectivos los artistas venecianos recurrieron a la utilización de la cámara óptica. Este aparato permitía objetivar la imagen del natural y mediante un juego de espejos, calcar o reseguir con lápiz o punzón la imagen resultante.
La cámara óptica de Francesco Guardi (1712-1793) también atribuida a Canaletto (1697-1768) se conserva en el Museo Correr de Venecia y a pesar de que está documentada la utilización por parte de Guardi de la cámara óptica, sus vistas conjugan la expresión temperamental conla descripción de la experiencia visual. Guardi utiliza el horizonte como signo gráfico que define dicha experiencia y concreta su percepción del espacio, especialmente en sus obras de madurez, representándolo como un arco, parte del límite de la visión natural, circular y panorámica del ser humano, y a la vez consigue transmitir con su estilo inconfundible una forma de sentir la ciudad influenciada por la Venecia que le tocó vivir, una Venecia en decadencia y ensimismada en su pasado.
Tan grande era la demanda de "vedute" (vistas) que los artistas venecianos se copiaban unos a otros, versionaban originales conocidos por grabados de la época y hacían el mismo cuadro varias veces. Para comparar las diferentes versiones de una misma vista he escogido un óleo original de Canaletto realizado en 1730 y la versión del mismo autor de 1735, un óleo de Bernardo Bellotto (1721-1780) de la misma vista, un grabado de Antonio Visentini (1688-1782) del óleo de Canaletto de 1730 y la versión de Guardi de 1780-1785.
Observamos que si Canaletto dibuja con color, Guardi pinta dibujando resolviendo las formas mediante manchas y trazos nerviosos y rápidos que dejan abiertos los contornos.
La comparación de estas obras muestra que la versión guardesca es la que más se aleja del original de Canaletto, mostrando una ciudad que va más allá de una vista de Venecia, constituyendo un manifiesto pictórico por la elección de determinados aspectos formales y de percepción, reflejando una emoción expresada a través de dramáticos claroscuros, que confieren a la ciudad un aspecto destartalado y decadente, acentuado por la situación de los edificios y especialmente por el límite del mar que cae hacia la izquierda haciendo perder el equilibrio a toda la composición, como si la ciudad estuviese deslizándose irremediablemente, a punto de hundirse en la laguna. La facilidad e inmediatez de la pincelada evoca el movimiento del viento que levanta los tenderetes, dándole un dinamismo que hace estáticas y repetitivas las otras versiones. La escena de Guardi ha perdido su cualidad periodística para convertirse en una metáfora del la personalidad del artista, de su concepción del mundo y de su ciudad.
A pesar de las presiones del mercado del arte de su tiempo que valoraba la "veduta" bajo el patrón de Canaletto, Guardi somete a Venecia a una metamorfosis nunca vista en las "vedute", más tranquilas y sosegadas, hasta el punto de que la ciudad y la laguna se transfiguran, tocadas por el sentimiento de lo efímero, pudiéndose hablar de ellas casi como expresión de un estado de ánimo. El esfuerzo de Guardi supone una vuelta de tuerca más por plasmar en una tela el mundo tal como se refleja en nuestra retina y en él culmina una relación del artista con el exterior que nunca más volverá a ser la misma. En las obras de Guardi vemos el cansancio de copiar el mundo visto. Pero aún abandonando la fidelidad al modelo, Guardi se aferra a representar el paisaje bajo la mirada circular y panorámica, exagerando la curvatura del horizonte y haciendo que las riberas de los canales dibujen un gran arco, sin importarle demasiado la exactitud geométrica. La materia sólida, reducida a impresiones de luz en la retina, se convierte en color. Sus pinturas carecen de modelado y contornos y las formas desaparecen en la materia pictórica que sólo busca ser luz reflejada en la atmósfera. La atmósfera esfumada juntamente con la pincelada casi febril, impones a sus obras un sentimiento de urgencia, melancólico y triste. La pintura de Guardi está en el umbral y marca la frontera de un modo de pintar en el que lo que interesa es la emoción que se deriva de la experiencia visual y la pintura moderna, en la que la experiencia visual está sujeta a sentimientos y circunstancias anímicas del artista.