Horizontes privados
Categorías del artículo: Horizontes pictóricos
En la Edad Media el arte abandonó por anticuado el estilo ilusionístico de la pintura grecorromana y adoptó nuevas estrategias, pues ya no pretendía ser la transcripción gráfica de una experiencia visual, sino que se trataba de mostrar “la verdad” de las cosas. Así, las figuras se representan según su importancia social o espiritual, se incluyen varios tiempos del relato en una misma composición, y las líneas perpendiculares al plano del cuadro convergen delante del plano del cuadro y no detrás, como sucede en la perspectiva lineal y en la imagen fotográfica a la que estamos acostumbrados.
En esta miniatura las paredes laterales de la fortaleza convergen delante del plano del cuadro y el cielo está separado del escenario terrenal por una línea. La batalla se representa de forma que todo lo que se quiere narrar quepa en la composición, sin ninguna pretensión ilusionística.
Aunque esté muy extendida la opinión de que el arte medieval es infantil y propio de quien no “sabe” dibujar no es así y no se instauró por falta de pericia de los artistas que lo practicaban sino que era una estrategia gráfica pensada para mostrar la dimensión espiritual del mundo y no su apariencia visual, constituyendo una forma de representación tan abstracta como pueda ser la perspectiva lineal. Pável Florensky en su obra "La perspectiva invertida" publicado en 1920, estudia este estilo representativo utilizado también por autores de iconos bizantinos, especialmente rusos, y hace una defensa vehemente de su validez gráfica para mostrar la estructura invisible del mundo físico.
Estas estrategias parecen muy anticuadas pero los artistas continúan utilizándolas a conveniencia, como Marc Chagal, David Hockney y yo misma.
Continuando con la Edad Media, en esta ilustración de ”El libro de caza” de Gaston de Foix, el cielo está representado como una superficie abstracta decorada con motivos florales dorados y la línea que lo separa del cielo no es más que un contorno que separa unas cosas de otras.
Comunmente en la pintura medieval no vemos apenas representados horizontes. Cuando las escenas son al aire libre, ni siquiera el cielo está pintado de manera ilusionista, se ha convertido en una superficie decorada con motivos geométricos o florales, muchas veces pintada de oro, el material más caro, como símbolo del cielo espiritual, lo más valioso para el hombre. Es como si el mundo terminase tras las vallas del jardín o del bosque privado. Las actividades humanas no se sitúan en el mundo real y los escenarios donde se desarrollan no tienen fondo donde contrastarse y por tanto no hay horizonte.