Horizontes transcendentes II. J.M.W. Turner (1775-1851)
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La pintura de Joseph Mallord William Turner es un buen exponente de la importancia del horizonte y del tratamiento de la luz para evocar sensaciones y emociones, pero mientras en Friedrich la luz antinatural deviene en unas imágenes hipnóticas e inmóviles, en Turner, todo lo contrario, evocan movimiento y la luz es tan total que en ella se disuelve el paisaje y las formas.
El estudio del natural era la base de su metodología, utilizando acuarelas y lápiz. La mayor parte de estos estudios tienen como tema montañas y horizontes lejanos, en ellos la materialidad del modelo se disuelve en la luz y el color. Como ejemplo estas tres acuarelas del monte Rigi que muestran la montaña a una diferente del día.
Sus obras más famosas son las que tienen como tema las fuerzas extremas de la naturaleza y aunque incluyen la representación de episodios históricos, míticos o también contemporáneos, éstos no son más que un pretexto para evocar los efectos de los elementos desatados: agua, fuego, viento... simbolizando el caos y la fragilidad del ser humano ante una Naturaleza formidable. En estas obras el horizonte estable desaparece del paisaje convencional y se convierte en un torbellino de luz y color.
En "Aníbal cruzando los Alpes"el horizonte gira sobre sí mismo en un gran bucle que convierte cielo y tierra en materia pictórica, en fuerza y movimiento que cae, inclemente, sobre unos personajes insignificantes.
En "Lluvia, vapor y velocidad" el horizonte se viene con la locomotora hacia adelante, desapareciendo convertido en color e inundando toda la composición.
En "Barco de vapor a la entrada del puerto" se representa un remolino de viento y grandes olas que hacen girar frenéticamente a un barco. Aquí la ausencia de verticales y horizontales produce un efecto magistral de zozobra y desastre inminente. Según se lee en la web de la Tate Gallery esta obra se expuso por primera vez junto con un cartel que decía que Turner había estado atado a un mástil del barco "Ariel" durante una noche de tormenta para vivir los efectos de la tempestad y poder luego pintarlos. Aunque esta anécdota pueda ser una broma para burlarse de los críticos que le acusaban de pintar "espuma de jabón y cal" denota la importancia que se daba a la observación del natural en los círculos artísticos de la época.
Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) publicó en 1810 "Teoría de los colores" donde describe por primera vez la reacción del ojo en relación con el color; el efecto óptico de las sombras coloreadas y las imágenes residuales, manchas de color producidas cuando se mira directamente una fuente de luz. Para Goethe estas imágenes eran la prueba de que el ojo no es solamente un receptor pasivo de los rayos de luzy que el propio ojo es capaz de generar su propia luz y efectos de color. Para Goethe el color es un grado de oscuridad, la luz nos brinda la oportunidad de poder verla. Turner hace suya esta teoría y la aplica en obras que titula expresamente entre paréntesis "Teoría de Goethe". En éstas, más que pintar la realidad de "fuera" Turner pinta los efectos ópticos que recoge su retina, como en "Luz y color (la teoría de Goethe). La mañana después del diluvio. Moisés escribiendo el libro del Génesis". En ellas Turner reflexiona sobre los efectos cambiantes de la percepción visual, donde los rasgos familiares del paisaje y las formas se diluyen en la luz. Aquí no hay líneas verticales, ni tampoco hay horizonte y, eliminadas las referencias espaciales más comunes, producen en el espectador una inquietante sensación de vértigo y desastre cósmico. Su pintura hace eterno el instante, porque ¿qué hay más fugaz que la luz dentro de nuestro ojo?